** Originally published in the print edition of VICE México, Nov. 2013:
* Fotos por Bénédicte Desrus.
Los hermanos Juan Luis y Pedro Poncho Vanegas Bravo, de 20 y de 17 años respectivamente, nacieron en la Ciudad de México y pasaron la mayoría de su niñez en condición de obesidad. Eran, como se dice con ternura en México y como siguen refiriéndose a sí mismos cuando hablan de sus vidas, “gorditos”.
A ellos los conocí este verano gracias a la fotógrafa Bénédicte Desrus. Ella ha documentado la obesidad global en su proyecto Globesity, que la ha llevado a conocer a personas obesas en África del Este, Egipto, Estados Unidos y México.
Bénédicte primero fotografió a los hermanos Juan Luis y Pedro en el Hospital Infantil de la Ciudad de México en 2011, cuando ellos enfrentaban los retos más difíciles de sus vidas. Como su obesidad estaba poniendo en riesgo su salud, los hermanos Vanegas Bravo fueron los primeros menores de edad en recibir cirugías bariátricas en un hospital público en México, con el fin de reducir el tamaño de sus estómagos y así combatir la obesidad.
Las cirugías venían con riesgos propios. Los doctores les explicaron que de cada diez pacientes, uno sufre complicaciones, y de cada cien, dos fallecen. Además, el papá de ellos, Juan ManuelVanegas, murió en 2005 por complicaciones relacionadas con su obesidad mórbida. La mamá de los chicos, Juana Bravo, nos dijo que su esposo padecía diabetes, y cuando se detectó una perforación en su colon, los doctores no pudieron alcanzar la herida y sanarla. Tuvo ocho operaciones antes de morir, a los 42 años. Uno de sus hijos tenía 12 años, el otro, ocho.
“Me di cuenta que si no bajaba, iba a terminar como él; iba a terminar muerto”, me dijo Juan Luis cuando lo visitamos por primera vez en su casa por el rumbo de Metro Camarones, en la delegación Azcapotzalco.
“Anduvimos buscando la cirugía por años, porque no nos la daban, porque yo era menor de edad y no nos podían operar en hospitales del gobierno”, dijo. “Pero uno de los doctores que hacía esa operación tenía un proyecto de operar adolescentes, y yo me presté. Básicamente como conejillo de indias”.
Ese doctor fue Francisco José Campos Pérez, reconocido especialista en el campo de cirugías bariátricas en adolescentes en México. Pero antes de saber cómo les fue a Juan Luis y Pedro, cabe mencionar que la situación que han enfrentado con su salud es una que enfrentan millones y millones de mexicanos, muchos de ellos desde chiquitos.
En México, el sobrepeso y obesidad (que son niveles diferentes del mismo problema) afecta a 32% de las niñas y 36.9% de los niños entre las edades de cinco y 11, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2012. Son unos cinco millones 664,870 niños con sobrepeso y obesidad en el país, según la encuesta.
Las cifras aumentan entre los adolescentes y más entre adultos. Ya casi alcanzando niveles de obesidad de Estados Unidos —el más gordo de los países desarrollados—, en México son aproximadamente 69.5% de personas mayores de 15 años que viven con sobrepeso u obesidad, dice la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico.
Ser gordo mata.
La diabetes, la enfermedad más relacionada con la obesidad, es la mayor causa de muerte en el país, bastante más que los homicidios, enfermedades cardiovasculares o accidentes vehiculares. Este padecimiento se ha convertido en el mayor asesino de los mexicanos de una manera exponencial desde los ochenta, lo revelan varios estudios nacionales e internacionales.
En 2012 las autoridades contaron más de 80 mil mexicanos que murieron a causa de diabetes (básicamente la suma de todas las ejecuciones relacionadas con la guerra contra el narco, en los seis años del último gobierno); y son más de 10.6 millones de mexicanos que ahora lo padecen. Peor aún, se calcula que para el 2030 serán más de 16.3 millones de mexicanos con esa enfermedad.
Las razones son variadas y muy cercanas a nosotros, como lo son el refrigerador y la tiendita de la esquina. Es la comida frita, la comida chatarra, el McDonald’s, la Coca-Cola y sus 12 cucharadas de azúcar, y tal vez las costumbres sociales que se pueden describir comomexicanas que llevan a uno a comer más y más: ofrecer más (para demostrar hospitalidad), pedirmás (para demostrar confianza), y consumir más cuando se te ofrece (para demostrar gratitud).
Juan Luis y Pedro empezaron a engordar a los tres años de edad, me explicó su mamá. “Era mucho comer y comer”, dijo la señora de 51 años un sábado que nos juntamos en el hogarVanegas para platicar y asar hamburguesas. “Yo me preocupaba”.
“Los llevaba a nadar, al futbol, tae-kwon-do, lo que hubiera. Mi error fue que teníamos un refrigerador dúplex y cada quince días lo llenaba de carnes frías. Si se te antojaba algo en la semana, en el refrigerador había”.
En fotos, los hermanos lucen felices y activos, pero definitivamente, se nota cómo van engordando a través de los años. Son un par único. Juan Luis es moreno, y en las fotos se ve cómo de niño le encantaba el escenario y el performance; ahora es bailarín de danza “árabe gótica”. Del otro lado, Pedro es blanco, más reservado en sus fotos, y a él le han gustado los deportes desde pequeño. Ahora juega como centro en una liga de futbol americano.
Ya para su adolescencia, los hermanos Vanegas eran enormes. Sus cuerpos llenaban los retratos de familia. En el punto más extremo de su obesidad, parece que sus formas están infladas con aire.
“Tú no te das cuenta de qué tan gordos son tus hijos”, dijo la señora Juana. “Cada que entraban a la escuela, yo les mandaba a hacer sus pantalones. No me daba cuenta que eran talla 38 cuandotenían seis años, o 40 cuando tenían diez. No sabía cómo revertirlo”.
Después de la muerte del papá de Juan Luis y Pedro, la familia Vanegas empezó a buscar ayuda. Hubo consultas y más consultas, entrevistas, listas de espera, especialistas de todo tipo. Juan Luis pesaba en el momento más crítico de su condición unos 146 kilos. Tenía 15 años. Pedro tocó los 138 kilos a los 14. Tenían que hacer algo.
En 2009, a Juan Luis le aplicaron una manga gástrica en el Hospital General Rubén Leñero, de la Secretaría de Salud del Distrito Federal. En esta cirugía el estómago es reducido entre 60% y 85%, dejando una “manga” de estómago donde cabe menos comida. Juan Luis bajó hasta 105 kilos, pero su cuerpo se aferró. La capacidad de su estómago se acomodó, creciendo de nuevo, y así volvió a subir de peso.
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